– ¿A que no me das un beso?
Me dijo Inesilla loca,
teniendo en su linda boca
de punta un alfiler grueso.
Yo, que siempre mi provecho
saco de sus burlas, sabio,
fingí dárselo en el labio.
Y se lo planté en el pecho.
– ¿A que no me das un beso?
Me dijo Inesilla loca,
teniendo en su linda boca
de punta un alfiler grueso.
Yo, que siempre mi provecho
saco de sus burlas, sabio,
fingí dárselo en el labio.
Y se lo planté en el pecho.
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