A la luna
A vos, la cazadora gorda y flaca,
que nunca os falta el moco y romadizo,
¿por qué un pastor a escuras os lo hizo
si de casta os preciáis, doña bellaca?
Y si en la matadura de una haca
os cebáis al entrar por cobertizo,
¿por qué traéis el mar espantadizo
con que os podéis [sorber] una carraca?
Todos la llaman luna a trochemoche,
y tráenos el seso a la redonda
con esta vanidad e hipocresía,
pues, si el sol no alumbrase a la cachonda,
no alcanzaría más luz su señoría
que el rabo de una negra a media noche.
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