A un sacristán su mujer
le ponía, y no de paño,
no más que medio bonete*
con un medio licenciado.
En tanto que el sacristán
estaba en la iglesia hurtando
la cera, ellos en su casa
se perdían por los cabos*.
No faltó quien le dio cuenta
que en semejantes fracasos,
sin ser monacillo, alguno
se lo diría cantando.
Calló, y prevínose al punto
de un cabo de hacha algo largo,
no de aquellos que en la iglesia
se gastan, sino en el campo.
Y un dia, antes que en la misa
cantado hubiese el prefacio,
fue a casa y halló a los dos
muy lejos de estar en Sanctus.
Descuidados les cogió
dándose fuertes abrazos,
y él dijo: no sé que hacerme
en lance tan apretado.
Mas determinóse, en fin,
y empezó con lindo garbo
a sacudirles el polvo
más recio que a los retablos.
Dio a la mujer ciertos muertos,
della bien clamoreados,
y al galán una sotana
de límites y golpeado.
Gusto era cómo entonaban
dama y galán por lo bajo
Un parce-mihi, cuando él
un tuum-da-nobis por alto.
Tiple la mujer hacía,
él escolar contrabajo,
y el sacristán el compás
les llevaba con la mano.
En fin, llevó buenos golpes
la dicha; el tal, otros tantos,
muy parecidos en todo
porque eran del mismos palo.
Cuando he aquí que viene el cura
a su sacristán buscando,
para dar la Unción a uno
que se mudaba a otro barrio.
Y él, conociéndolo, dijo:
Señor, yo estoy ocupado.
Haced ese Sacramento
mientras yo el mío deshago.
Y, si no queréis volver
a la iglesia por los trastos
forzosos que han de llevarse,
aquí habrá otro recado.
Este palo es manual
e hisopo, aunque algo pesado.
La cruz es mi matrimonio,
la linterna está en mis cascos.
En tanto que el sacristán
decía esto, royó el lazo
el escolar, aunque creo
que antes no estaba ligado.
Hízole espaldas el cura,
y entonces fue necesario,
porque el pobre las tenía
bien deshechas a porrazos.
Agarrose a su sotana
también la mujer temblando,
y pidiendo iglesia, aunque
no le valía en tal caso.
Pero, al fin, la defendió
del marido e hizo harto
en amansarle, que estaba
en esta ocasión muy bravo.
Pidioles que no riñesen
hasta tener un muchacho
que lo estorbase, pues dicen
que es la paz de los casados.
Y para obligarlos más,
a ella dijo que a su cargo
tomaba hacer hombre al hijo
que hubiese del primer parto.
Y a él concedió que pudiera
percibir todos los años,
aun sin cantar, sus derechos
en la fiesta de San Marcos.
A un sacristán su mujer
INFORMACIÓN
Autor/es: Díaz de Montoya
Forma métrica: Romance
Fuente/s: Cancionero de obras de burlas provocantes a risa (1872: 239-242)
Léxico: abrazos, bonete, cabo, entonar, hisopo, monacillos, muertos, polvo, sotana, tuum-da-nobis
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