Halló trabados en venéreo duelo
a Marte y Venus una vez Cupido,
y a Marte bien armado encima vido
y a su madre tendida por el suelo.
Espantóse y, trocando el fuego en hielo,
a los pies sin sentir se le han caído
el arco y las flechas, de quien han temido
aun los mayores dioses en el cielo.
Mas cuando libre le dejó el espanto,
¡Que matan a mi madre!, a voces dijo,
el rostro hermoso en lágrimas bañado.
Riose Venus de su tierno llanto,
y dice alegre: “No me mata, hijo,
¡menos le temo cuanto más armado!”
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