Quando yo era muchacho
que apenas sabía escribir
en belloso pergamino
con pluma de escarlatín,
estando tendido a el sol,
que de lástima de mí
me daua en aquestos lomos
vna mañana de abril,
quiso Dios i mi bentura
que, estando tendido assí,
por el ala de un tejado
vi vendar al dios machín.
Vi después sierta fregona
con un [Anterior]flamante mandil[Siguiente],
cuio gallardo retrato
al viuo os pintaré aquí:
los cauellos que cubrían
la cabesa y la serbís
desde lejos paresía
que eran clines de rosín;
relucíale la cara
más que al suelo de vn candil,
que según la pringue daua
le comieran por pernil,
pues en su frente espaciosa
me atreuiera, sin barnís,
aunque no soy boticario,
pintar las guerras del Cid;
aquel bello de las çejas,
tan delgado y tan sutil,
me tuuo vn rato suspenso
por si era de puerco espín;
los dos ojos parecían,
puestos junto a la narís,
berengenas que aconpañan
a vn cuerno de Medellín;
acompañaua esta cara
vna boca, y sin mentir,
con los besos más rolliços
que el bordo de vn vergantín;
de pesqüeço bien tenía
vna bara de medir,
con quince libras de tetas
colgando del faldellín;
pues si digo de las manos,
que para con perejil,
sin ser sábado, podían
satisfaçer a un mastín;
el grueso de la sintura
no abarcara, vn albañil,
ni dijera dónde estaua
aunque fuera sahorí;
el asiento era tan feo
que, al rebullirse entre sí,
echaua más recio el trueno
que voca de menistril.
Esta máchina tenían
dos columnas de marfil,
sino que estaban entonces
cubiertas de bocací;
abajo tenía dos pies
que en manos de vn alguaçil
jurara que cada vno
era medio çelemín,
y, por que no la ojeasen
viendo su talle gentil,
colgada al cuello traía
la pata de vn jabalí.
Díjela: “Bárbola mía,
más linda que vn jasmín,
perdido ando por el ruedo
de tu roto faldellín;
debajo dél considero
más flores que [en] vn jardín,
y entre esas flores guardado
a el babosso vecossí”.
Díjela: “Cisne del Darro,
más trillada que vn carril,
más hermossa que vn besserro,
más dulce que ajonjolí:
mal aya quien no te quiere
más que a vn bordado basín,
que os pareséis en los labios
frescos como bombasí.
Tus calles siempre paseo
tiesso como vn harlequín,
y mis ojos tras los tuios
corren como quis vel qui;
de noche te canto coplas
al tono de vn tamboril,
con más pasos de garganta
que vn silguero o chamarís:
por ti rebusnaré vn día,
y aun me haré palanquín,
pues por ti lleué las cargas
de las flores del toril.
Para tus aladas manos,
más blancas que vn escarpín,
tengo [yo] guante de malla
que me dio vn morcelín;
tengo de la epiphanía
buscado el propio chapín,
y vnos pantufos que vbieron
los çapatos de Dauid;
vn tentemoso e buscado,
de pelos de puerco espín,
y vn manto en que a sierta gata
vide el otro día parir.
Mi voluntad, ángel mío,
reciue, pues recibí
de tu boca mil regüeldos
oliendo a carne en orín;
pues sabes que a tantos años
que pena mi alma por ti,
no permitas que estrangeros
gosen dese mal barril”.
Cuando yo era muchacho
INFORMACIÓN
Autor/es: Góngora, Luis de
Forma métrica: Romance
Fuente/s: Romances ed. A. Carreira
Deja tu comentario