En Málaga, vi a Rufina;
y está tan pobre de data*
que si no es ella, no hay
quien en Málaga mal haga.
Cantaba y bebía mucho,
y sin vino no cantaba
por apostar quién la diera
una cántara cantara.
La pícara nunca quiso
picar, que según yo estaba,
confieso que me rindiera
si la pícara picara.
Como hombre en las acciones
se subía ya en las barbas,
de suerte que fuera un tigre,
si la bárbara barbara*.
Mas ella con los afeites
parecía ya estofada
y, en su lugar, la tenían
por la máscara más cara
Desde niña, tuvo quien
jamás la dejó ser mala
y, antes de salirse, tuvo
quien la cáscara cascara.
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