A UN DAMA QUE PIDÍA SEIS ESCUDOS PARA PAGAR EL TERCIO DE LA CASA. CANCIÓN
Diérasme, Isabelilla, mucho gusto,
y aun te fuera ganancia,
si en el pidir te fueras poco a poco,
que exceder de lo justo
a donde no hay substancia
es para que se vuelva un hombre loco.
Mira que no te entiendes,
pues me hielas pensando que me enciendes.
Tú piensas que soy bobo:
preténdesle quitar la carne al lobo.
¿Piensas que no es más llano que la palma
a qué fin se endereza
aquel ceño y copete de tu madre?
Engáñaste, mi alma,
porque las has con pieza
que se sabrá criar sin madre y padre.
Mira que no soy Fúcar,
ni espero las armadas de San Lúcar.
Modérate en el precio,
que tengo más de lo otro que de necio.
Darte de cuando en cuando algún regalo
de camuesas o nueces,
una gallina, un pavo, unos zarzales,
no me parece malo,
si fuese pocas veces,
y no pasase de diez o doce reales;
mas puedes a los mudos
pedilles para casa seis escudos,
que si no es de paciencia
yo no tengo otro escudo ni otra herencia.
Y si acaso te enfadan las palabras
que tú misma me oíste,
reniega del amor si no hay dinare (sic);
¿qué ovejas, o qué cabras?
¿o qué caudal me viste,
para que tus miserias te repare?
Mira soy como viejo,
que en lugar de dineros doy consejo;
y si esto te da pena
toma el atillo y vete norabuena.
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