A Dafne, ninfa cruel,
Apolo amante siguió.
Mas luego que él la alcanzó,
ella se volvió en laureL.
Quedó el dios del resplandor
entre insufribles congojas,
porque no halló sino hojas
donde pensó coger flor.
A Dafne, ninfa cruel,
Apolo amante siguió.
Mas luego que él la alcanzó,
ella se volvió en laureL.
Quedó el dios del resplandor
entre insufribles congojas,
porque no halló sino hojas
donde pensó coger flor.
Los juegos, con dobles sentidos, de la flor y hojas de este poema, se repite en Góngora (“Que entre los gustos de amores”) con la variante flor y fruto. Por lo demás, el mito de Apolo y Dafne dió cumplidos frutos en toda la poesía postpetrarquista, con el muy notable soneto en el que Quevedo pervierte el tratamiento dado por Garcilaso al mismo mito.